
La posibilidad de pagar altos salarios con empresas que ganan
mercados y crecen sustentablemente es la competitividad. Un testimonio
concreto lo brindan los elevados niveles de vida que gozan los países
desarrollados. Sin perjuicio de ello, la medición de la competitividad
es tarea compleja y no exenta de controversias. Una de las más
reconocidas mediciones a nivel internacional es el Reporte de Competitividad Global que se presenta en el Foro Económico Mundial (WEF) en Davos, Suiza.
Este estudio entiende que la fuente de la competitividad es el
resultado de una combinación de varios factores. Entre ellos, buenas
instituciones para la protección de los derechos de propiedad, buen
funcionamiento de los mercados (de productos, del trabajo y financiero),
altos niveles educativos de la fuerza laboral, capacidad innovadora de
las empresas privadas. En el ranking, realizado sobre 144 países, en el año 2011 la Argentina apareció en el puesto 85 y cae al puesto 94 en el año 2012. Es decir, además del bajo nivel de la posición en el ranking, es notable que en el último año la Argentina caiga 9 puestos dentro de la comparación internacional.
El puesto 94 surge de un promedio de los factores
analizados. En algunos, la Argentina mostró fortalezas y, en otros,
enormes debilidades. Los puntos flacos en competitividad son:
· En calidad de instituciones, la Argentina se ubica 138 sobre los 144 países.
· En eficiencia de los mercados de bienes y de trabajo se ubica en la posición 140.
· En desarrollo del mercado financiero se ubica en el puesto 131.
Estos datos muestran que, en estas dimensiones de la competitividad,
la Argentina está en los últimos lugares, en una situación comparable
con las regiones más subdesarrolladas del planeta, integradas
principalmente por países africanos y Asia central. Por ejemplo, en calidad de las instituciones, la Argentina se ubica entre Madagascar, Kirgystán, Yemen y Chad.
Como contrapartida, en otros factores de competitividad, la Argentina
aparece en situación mucho más favorable. Por ejemplo, en sofisticación de su sistema productivo se ubica en el puesto 58, en calidad de sus organizaciones científicas en el 47 y en matrícula en educación superior en el puesto 20.
El informe sugiere que la Argentina cuenta con interesantes
potencialidades en el sector privado (recursos humanos y empresas
privadas), pero la baja calidad de las políticas públicas conspira
contra su pleno aprovechamiento. En otras palabras, el sector
privado está razonablemente preparado para competir a nivel mundial y
generar progreso, pero las políticas gubernamentales son propias de
países subdesarrollados. La fuerte caída en el ranking señala una
profundización de los problemas a partir del paradigma del “más Estado”,
cuando la experiencia internacional indica que el progreso está asociado a “mejor Estado”.
Las confiscaciones, la arbitrariedad, las amenazas y el uso
discrecional de fondos públicos para acciones de baja rentabilidad
social tienen asociado atraso social. Por el contrario, el Estado
abocado a inversiones estratégicas y reglas de mercado transparentes es
el camino a la prosperidad.
Ciertamente que las evaluaciones de competitividad tienen limitaciones. Pero es muy sugerente que otros estudios, con metodologías diferentes, muestren un panorama similar. Por ejemplo, el Doing Business del Banco Mundial coloca a la Argentina en el puesto 113 entre 183 países y el IMD de Suiza la coloca en el puesto 55 entre 59
países. La mejora de los términos de intercambio permite disimular la
falta de competitividad. Pero intervenciones públicas de tan baja
calidad hacen que progresar en Argentina sea muy difícil, aún en el
contexto internacional inéditamente favorable.
Fuente: IDESA
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